D. José Segura Clavell.

Iltsmo. Sr. Alcalde
Sras. y Sres. concejales
Sr. Esclavo Mayor de la esclavitud del Santísimo Cristo
Sras. y Sres. ciudadanos de La Laguna

Cuando el Sr. Presidente de la Comisión de Fiestas de la Corporación Municipal de La Laguna, me comunicó la decisión que había adoptado la Comisión, de someter a la aprobación del Sr. Alcalde, la propuesta de encargarme la confección del Pregón de las Fiestas del Cristo, he de confesar que sentí una verdadera emoción, que se fue convirtiendo paulatinamente en preocupación profunda.

Emoción, por lo que supone el que la Corporación que rige los destinos de la Ciudad, en la que ha transcurrido prácticamente toda mi vida, se fije en mí y me confiera el honor de poder abrir con mis humildes palabras, el denso programa de actos de que tradicionalmente constan nuestras Fiestas mayores. Preocupación, por cuanto soy plenamente consciente de las limitaciones personales derivadas de la especialización profesional de quien se honra en dirigirles la palabra, pero que, no obstante aquellas e impulsado por un profundo cariño y respeto hacia mis conciudadanos y hacia la Ciudad en la que crecí y en la que me formé, he aceptado el reto que para mi ha supuesto tal propuesta de sumarme a la lista de personas que, en ocasiones equivalente a ésta, han glosado características diversas de nuestra ciudad y de nuestras gentes.

Es este mes de Septiembre para la Ciudad de La Laguna, un mes en el que, rebasado el descanso veraniego, se aprestan sus gentes a la reanudación del trabajo y a la vuelta a la normalidad. Y es precisamente en este mes cuando La Laguna celebra con todas sus galas las tradicionales Fiestas del Cristo que se abren hoy, día uno, con la lectura del Pregón, y que alcanzan su máximo esplendor el próximo día catorce en el que la Imagen del Santísimo Cristo sale procesionalmente de la Santa Iglesia Catedral donde tiene lugar el solemne Quinario previo, para retornar a su Real Santuario donde se le venera y desde donde preside la vida espiritual do nuestra comunidad.

En las primeras horas de ese día catorce y al igual que todos sonarán alegremente las campanas de la Ciudad. En la Villa de Arriba, la Iglesia de la Concepción; en la Calle de la Carrera, las de la Catedral, y en la Villa de Abajo, las de la Iglesia de Santo Domingo. Ese día, despertará la Ciudad de La Laguna con el encanto jubiloso del repique que anuncia el comienzo de los actos de exaltación de un Cristo hondamente anclado en los corazones de los laguneros. Dada la época del año, ser una mañana hermosa, una mañana llena de luz, en la que el pueblo de La Laguna y casi nos atrevemos afirmar que todo el pueblo de la Isla -presente o no en los actos- rinde culto y verdadero homenaje a un Cristo que, al extender sus brazos, parece que nos invita a caminar y nos ayuda a dibujar el sendero del futuro devenir histórico de una Ciudad y una población que, sin renunciar a su pasado, busca afanosamente el esclarecer ese futuro.

Los laguneros y con nosotros los habitantes de los pueblos del norte y del sur, del este y del oeste de la Isla, acudimos ese día a ver “salir” al Santísimo Cristo cuando ya se extinguen las luces del día y a verlo “entrar” en las primeras horas de la noche en la Plaza de San Francisco, en tal ocasión como siempre, rebosante de la más abigarrada muchedumbre. En la plaza, el Cristo será recibido con una alborozada lluvia pirotécnica en la que el cielo de La Laguna refuerza su firmamento con la belleza multicolor de las luces de bengala, con el rodar de las piezas de fuego y con el variado esplendor de aquellos originales artificios con que nos obsequian los artesanos pirotécnicos de la isla.

Y si notable esplendor tiene el día mayor de las fiestas, la víspera de ese día contiene un significado especial para los que vivimos en La Laguna. Y si grande es el día catorce para la ciudad y para toda la Isla, no menos grande resulta el día trece, el “Día de la Víspera”. Año tras año, la mayoría de los habitantes de La Laguna, al finalizar el día trece, nos echamos a la calle y nos dirigimos a la Plaza de San Francisco, impulsados no se sabe bien, si por el afán de festejar al Cristo en ambiente exclusivamente lagunero antes de llegada de los vecinos de los diversos municipios de la isla, o si por la ilusión de comenzar la fecha del catorce festejándola desde sus primeras horas.

La “Noche de la Víspera” tiene un sabor peculiar para nosotros, posee encanto único de una fiesta casi familiar. La mayor parte de los laguneros acudimos a celebrar esa noche una especie de despedida de soltera anual de una ciudad, que al día siguiente celebrará los desposorios solemnes con la Isla. En esa noche, los ventorrillos son casi comedores familiares, se cena en tandas de familia, en grupos de amigos, en compañeros de trabajo, en suma, los laguneros nos agrupamos para consumir productos de la tierra en ambiente de amistad y camaradería.

Parece como si la «Noche de la Víspera» fuese exclusivamente nuestra y la disfrutásemos con el decidido deseo de reservarnos el día siguiente para desempeñar nuestro papel de anfitriones de los miles de tinerfeños que nos visitarán.

Parece incluso como si el pueblo de La Laguna, en la «Noche de la Víspera» pusiera en escena y antes del estreno, la representación global de la obra y así, hasta los fuegos de artificio de esa noche del día trece, resultan una especie de ensayo en el que nos cercioramos de la calidad pirotécnica de los fuegos que el día siguiente ofreceremos a nuestros invitados.

Y es en Septiembre, cuando la naturaleza empieza a recogerse sobre sí misma, en el preludio misterioso del Otoño. La Laguna se viste de fiesta y haciendo un alto en el camino, revive alegremente acontecimientos jubilosos y con explosiones de alegría se invaden sus calles cargadas de historia. Con Septiembre pues, llega a La Laguna su fiesta mayor y cuando ésta termina parece como si los laguneros se aprestasen a la reanudación crítica de su ambiente ciudadano.

Decía el insigne lagunero y maestro de periodistas D. Luis Álvarez Cruz, en el texto del programa de las Fiestas del Cristo del año 1970, que hay tres maneras de entender La Laguna: como la ciudad del pasado, como la ciudad del presente y como la ciudad del futuro. Unos prefieren el ayer, otros el hoy y otros el mañana. Según afirmaba, los primeros son unos nostálgicos, los segundos unos realistas y los terceros unos soñadores. Pensamos precisamente que en la síntesis de este planteamiento tripartito es donde se encuentra la esencia del devenir histórico de una señera ciudad como la nuestra.

Casi puede afirmarse que el culto al Santísimo Cristo de La Laguna es, consustancial a la Ciudad y que el seguimiento histórico del mismo es paralelo a la evolución de la Ciudad de La Laguna. Cronistas e historiadores diversos nos han dejado escrita la versión de que cuando Alonso Fernández de Lugo emprendió la conquista de Tenerife, trajo consigo algunos religiosos de la orden franciscana para que prestasen a sus soldados los auxilios espirituales y predicaran y convirtieran a los Guanches a la fe cristiana.

Una vez sometida la isla, los frailes se retiraron a un terreno situado en la pendiente del cerro que constituye hoy en día el camino del Bronco, construyendo allí la primera ermita en la que celebraban el sacrificio de la Misa, y según establece Viera y Clavijo en su Historia de Canarias, desde allí salían a adoctrinar a los naturales de la isla con gran fervor evangélico.

Según afirma el historiador D. José Rodríguez Moure en su guía histórica de La Laguna publicada en 1935 por el Instituto de Estudios Canarios, el día 26 de Julio de 1496, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo puso real y verdaderamente los cimientos de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna en una de las mejores zonas de la Isla. De acuerdo con el historiador, habrá que pensar que el panorama que en la época de la conquista ofrecía La Laguna de Agüere debía de ser delicioso. Aire fresco y puro, bosque frondoso de variados tonos, lago de aguas cristalinas, sombreado en parte por la espesura del monte y al que alimentaban las pequeñas fuentes que, en hilillos de plata, bordaban las montañas. Todo ello aprisionado por una cordillera tapizada de flores silvestres de todo tipo y vigilando el paisaje la majestuosa figura del volcán Teide, en cuyas nieves los rayos del sol reverberan, esparciendo destellos que inundan de luz nuestros campos, los fértiles campos de Nivaria, siempre alegres y risueños. Y este señoras y señores fue el marco en
el que un año antes, caía herido de muerte y traspasado por la pica del soldado Buendía el caudillo lagunero Tinguaro, pronunciando la célebre frase exponente de la nobleza de una raza que derrotada por el invasor quería mantener su dignidad: «castellano, no des muerte al hidalgo, que es hermano del rey Bencomo y se te rinde como cautivo». Acontecimiento histórico éste último narrado de manera novelada por D. Leoncio Rodríguez, fundador del diario La Prensa, en la revista literaria ilustrada de La Orotava «La Atlántida» en su número 3.º de Mayo de 1928.

Y así aquel 26 de Julio de 1496, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo, cumpliendo el voto personal prometido de dedicar la primera población al mártir San Cristóbal, manda afincar a sus hombres en la fértil vega de Agüere y cambiando las armas e instrumentos de muerte por las herramientas de la agricultura y las artes, funda la que será ciudad corazón del Archipiélago Canario. Y el mismo Adelantado, no tuvo a menos trocar sus títulos de Conquistador y General por los de Fundador y Gobernador de un nuevo pueblo, que, joven y vigoroso por la fusión de razas, se convertiría, en el transcurso del tiempo, en una de las piedras preciosas que adornaron la corona de Castilla.

Por circunstancias cuya descripción harían harto prolijo este pregón y por lo cual renunciamos a su narración, los franciscanos decidieron construir una ermita de superiores dimensiones de la inicial del camino del Bronco y es en los años 1514-1515 cuando se termina la construcción de la Iglesia y del convento actual de San Francisco.

Cinco años después, en 1520, llega la magnífica escultura del cuyas características de ornamentación han variado en el transcurso del tiempo y que ha sido descrito con suficiente extensión y entre otros autores por el historiador D. Buenaventura Bonnet, en la obra que titulada «El Santísimo Cristo de La Laguna y su culto» fue publicada en 1952 por la Pontificia, real y venerable esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna.

En los primeros años del siglo XVII gracias a los esfuerzos del insigne Padre Quirós y fundamentalmente debido a sus gestiones, el Cabildo de Tenerife, decide en Noviembre de 1607 incluir dentro de su planificación de fiestas, una, dedicada al Cristo de La Laguna, entregando para ello cincuenta ducados de los doscientos de que aquella corporación disponía por facultad real para la Fiesta de la Virgen de Candelaria. Esta primitiva fiesta dedicada al Cristo, constaba de una serie de actuaciones de danzas, comedias y luminarias en la noche de la víspera.

Más tarde y teniendo en cuenta que los cincuenta ducados de la Fiesta del Cristo tenían qυe sacarse de los doscientos destinados a la romería de Candelaria y deseando al Cabildo que ese gasto no estuviera unido al de aquellos festejos ni a contingencia alguna, acordó, en Marzo de 1608, que se hiciera a costa de los propios del Concejo, solicitando a su vez la facultad real, que una vez lograda, sirvió para sufragar en exclusiva durante cincuenta años, hasta 1659 año en el que fundara la Esclavitud del Cristo de La Laguna.

El origen de esta antigua Esclavitud,-según aseveraciones de D. Buenaventura Bonnet- se debe a indicaciones de la nobleza, secundadas por el Rvdo. P. Fray Juan de San Francisco, provincial que fue en este Archipiélago de la orden franciscana, consultor calificador del Santo Oficio y capellán perpetuo del Cristo. Este religioso, en el deseo de aumentar y conservar y al objeto de que creciese la devoción, dio forma a una Hermandad con título de "Venerable Esclavitud” compuesta de treinta y tres caballeros, en honor de los años de Jesucristo. El 6 de Septiembre de 1659 y en memorable sesión, se reunieron los sujetos más distinguidos de la Isla al objeto de constituir la mencionada esclavitud y redactar la normativa por la cual había de regirse y que figura recogida en la obra del historiador antedicho D. Buenaventura Bonnet.

Según consta en numerosos documentos que se custodian en el archivo de la esclavitud, ésta dispuso desde su fundación de notables donaciones y tributos, que junto a las cuantiosas limosnas recibidas, le posibilitaban la ejecución de importantes realizaciones y actividades. Así pues, no es de extrañar que utilizara con largueza su capital en honor del Cristo, en los gastos de la fiesta y en los refrescos tan célebres de la víspera, día que al igual que en la actualidad -y según hemos dicho anteriormente- poseía un encanto especial para los laguneros.

Realmente el origen de las fiestas del Cristo es muy anterior a la fundación de la esclavitud. Según el historiador Núñez de la Peña parece ser que todos los años los religiosos del Convento de San Francisco invitaban a un caballero notable y de arraigo en la Isla, para que organizase e hiciese la fiesta. A la personalidad elegida a tal fin, le llamaban «proveedor de las fiestas aludiendo a la responsabilidad que adquiría de procurar los medios económicos requeridos para su celebración. Con posterioridad y una vez creada la esclavitud del Cristo, corrió a cargo de ésta, tal festividad y en cooperación con el municipio hasta que en Septiembre de 1930 la Junta de Gobierno de la Esclavitud acuerda desentenderse en el futuro de las fiestas populares eliminando incluso la figura del comisario de fiestas de su organigrama funcional. Consiguientemente, desde el año 1931 corre a cargo del Excmo. Ayuntamiento de La Laguna la organización de la amplia serie de festejos populares, para lo cual se designa una comisión de fiestas que integrada por concejales y que con la colaboración de desinteresados ciudadanos se encarga de la siempre ingrata labor de la organización de las múltiples actividades que integran como ingredientes esplendorosos el homenaje anual a un Cristo, símbolo de nuestra ciudad.

Señoras y señores, somos conscientes que al incluir en el presente pregón de las fiestas la descripción histórica de la génesis y de la evolución de esta tradición lagunera, en la que hemos referenciado fechas, nombres de las personas más relevantes que intervinieron en su afianzamiento y circunstancias de las mismas, hemos corrido claramente el riesgo de imprimir a esta lectura un carácter excesivamente historicista, eclesiástico y riguroso. Estimamos no obstante y fruto de maduración al respecto, que ese riesgo debíamos asumirlo por cuanto pensamos que en la nueva etapa política que estamos viviendo, y en la que se está estructurando indefectiblemente un nuevo modelo de estado y un nuevo modelo de sociedad, resulta absolutamente necesario que tanto los diferentes sectores de la población, como aquellos que ejercen alguna influencia en las diversas parcelas de la sociedad, se detengan en determinados momentos a observar con serenidad el pasado, para sobre él, asentar el futuro.

Asimismo en épocas en las que parece que el pasado de nuestro pueblo resulta privilegio y patrimonio exclusivo de sectores, que de manera interesada se audodenominan «nacionalistas», resulta de obligado cumplimiento el coadyuvar a que este pueblo conozca la mayor cantidad posible de parcelas de su pasado y es por ello por lo que hemos estimado la conveniencia de recordar los orígenes de la tradición que nos ocupa.

Confieso también que en la redacción de este pregón he querido conscientemente renunciar al lirismo clásico que ha caracterizado a discursos de este tipo, en el que abundando los ditirambos hiperbólicos, los giros literarios de tipología diversa y las narraciones metafóricas; se cantan a las calles los balcones, a los tejados y verodes que crecen en ellos, a la belleza de las mujeres o al azul del cielo. El resultado, suele ser la generación del desinterés popular por actos de este tipo y consiguientemente no lograr el objetivo esencial del mismo, que es el de la apertura de un programa de fiestas de carácter eminentemente popular. Pensamos que el papel del mantenedor las fiestas o el del pregonero en este caso; ha de ser la de actuar fundamentalmente informando y formando. Ha de renunciar al ya referenciado lirismo y en la época actual se debe plantear el dar a la palabra un uso adecuado y una finalidad en lo posible, didáctica, metodológica y formadora.

Y es aquí precisamente en la ciudad de La Laguna, llamada por muchos la Salamanca del Atlántico, donde mas firmemente se afianzan las tradiciones y donde se exige con más fuerza acciones que configuren a La Laguna cultural y como colectivo respetuoso on su pasado, con su patrimonio arquitectónico-cultural y con una racional planificación de futuro que evite el caótico crecimiento experimentado por una ciudad que se ha convertido en gran parte receptora de fuertes corrientes de emigración interna del archipiélago. La Laguna, que en los últimos veinte años ve duplicar su población, observa atónita como la población estudiantil que acude a las aulas universitarias de la vetusta universidad de San Fernando y como consecuencia del aumento de las especialidades diversas que en ella se cursan, multiplica casi por veinte el número de jóvenes que acuden al objeto de formación.

La Laguna tradicional observa aterrada como crecen sus barrios, como crecen las justas demandas de la mínima infraestructura que haga posible la vida en esos barrios. La Laguna tradicional, observa sorprendida como desaparecen sus artesanos y como aquellas industrias familiares son absorbidas por otras que adaptadas a los nuevos tiempos ofrecen respuestas a la moderna confortable vida de esta última parte del siglo XX.

Como hombre vinculado en la actual etapa, a la gestión de la vida cultural de la isla desde el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, no puedo dejar de pregonar a los cuatro vientos que acarician nuestros siete peñascos anclados en el Atlántico y en esta ocasión como pregonero de la ciudad, que debemos alzar nuestra voz y lograr la mayor participación posible en el relanzamiento de La Laguna hacia la primacía cultural que siempre tuvo en el archipiélago y que hizo de ella la cuna y el crisol de la creatividad canaria.

La Laguna, ciudad en la que vieron la luz los primeros periódicos que publicaron en Canarias. Desde aquel manuscrito que redactado y confeccionado en su totalidad por D. José Viera y Clavijo y titulado “Papel Hebdomadarion” a mediados del siglo XVIII, hasta la extraordinaria revista bimestral de literatura y arte «Liminar» dirigida por el joven novelista Juan Manuel García Ramos cuyo quinto número acaba de aparecer recientemente. Entre ellas y en el tiempo, innumerables publicaciones y meritorios intentos de prensa estable, cuya enumeración sería objeto de un trabajo específico más que de un pregón como el que nos ocupa. Sin embargo y como exponente de una innegable creatividad literaria e informativa, estimamos justo y en calidad de homenaje, el recordar publicaciones tales como el semanario católico “La Verdad” el “Diario de La Laguna”, periódico político de información general,el “propagandista” periódico liberal, el semanario independiente “Hespérides” que aparecía fechado en la Villa de La Orotava y el periódico “Agüere” que se decía “Defensor de los intereses de la ciudad de La Laguna, capital del archipiélago canario y capital religiosa de la Diócesis de Tenerife”.

La Laguna, sede de elevado número de instituciones culturales. Su Ateneo que el año pasado cumplió el setenta y cinco aniversario de su fundación por lo que el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife y el Excmo. Ayuntamiento de La Laguna, les distinguieron respectivamente con la medalla de oro de la isla y de la ciudad. Institución en la que a su sombra creció en poesía la Escuela Regionalista de La Laguna y que supo siempre mantener encendida la llama de independencia de criterio, de defensa de una cultura digna para un pueblo digno y por cuya tribuna han desfilado los mejores pensadores del Archipiélago y del Estado. La aportación del Ateneo con sus tradicionales fiestas de Arte el 12 de Septiembre, constituye un número inexcusable en el programa anual de las fiestas. Tal fiesta de Arte con el ingrediente sugestivo del conferenciante de turno; el año pasado, el catedrático de nuestra universidad Ramón Trujillo Carreño, director del Instituto de Lingüística Andrés Bello y este año el eminente filósofo D. José Luis Aranguren.

Muchos, hemos pensado que La Laguna sede de la Universidad de San Fernando, ha sido testigo muda de la forja de lazos de amistad entre hombres y mujeres de las siete islas. En sus aulas, en sus calles, en sus tabernas en sus cines, en los colegios mayores, en sus pensiones, en las casas de familias que albergaban estudiantes, los palmeros han convivido con los herreños, estos con los majoreros, que a su vez lo hacían con los gomeros. La Laguna, espectacular crisol de amistades y de conocimientos entre los canarios que hoy aspiramos a erigirnos en comunidad autónoma. Por ello y sin el menor temor a equivocarnos, creemos que es precisamente la ciudad de La Laguna la única ciudad del archipiélago canario que proporciona la componente común de afectividad que llevan en su corazón, poetas, literatos, médicos, profesionales de la enseñanza.., etc., en general todos aquellos que cursaron sus estudios en nuestra universidad. La Laguna es pues uno de los esenciales pilares de entendimiento y conocimiento entre los canarios y en esencia puede encontrarse perfectamente la capacidad de aunar voluntades e idiosincrasias diferenciadoras de los canarios de las siete islas.

La Laguna, ciudad como pocas que ha tenido la nobleza e hidalguía de recordar y homenajear a sus hombres más ilustres y a las gestas más honrosas, en el convencimiento de que la nobleza de un pueblo se mide por la capacidad de agradecimiento a sus antepasados. Así nuestra ciudad ha sabido recordar la gesta de unos hombres que en el año 1808 constituyeron la Junta Suprema de Canarias con la intención de asegurar la continuidad de la política nacional española frente a la invasión sufrida en la Península por las tropas de Napoleón y la mejor forma de perpetuar el hecho ha sido la de dar el nombre de la Junta a una recoleta plaza en la que confluyen cinco calles tres de las cuales conducen a una vega cantada por nuestros mejores poetas. La Laguna y aunque no con la suficiente prodigalidad, ha perpetuado a sus hombres más preclaros la consideración y respeto de los que fueron sus conciudadanos. Así, a José Hernández Amador, primer presidente del Ateneo de La Laguna; a Nijota, poeta del pueblo, a Luis Alvarez Cruz el inolvidable narrador de las tabernas literarias de la isla; a Alonso de Nava y Grimón, VI Marqués de Villanueva del Prado y fundador de la Real Sociedad económica de amigos del país de Tenerife con sede en nuestra ciudad y que cuenta en la actualidad con 203 años de historia; al inolvidable obispo D. Domingo Pérez Cáceres; al poeta José Tabares Barlett. iQué estudiante lagunero dejó de grabar en su memoria los hermosos versos de Tabares Barlett impresos en el pedestal que sirve de base a su busto y que en la plazoleta de la Junta Suprema de Canarias impregnan la pupila del caminante con un fervoroso canto a la convivencia! ¡Cuántos hemos recitado la estrofa:

Tener para la ofensa recibida
pronto perdón, olvido para el daño
y siempre exento de maldad y engaño
llevar la frente por el mundo erguida

estrofa que parecía nos señalaba un estilo de vida, una conducta y una ética personal.

La Laguna, ciudad que siempre tuvo a gala el respeto del pasado y en la que durante mucho tiempo no se supo reaccionar ante la inexorable dinámica de la máquina del tiempo que cambia las cosas, transforma y se alimenta de aciertos y de errores. La Laguna en suma, ciudad con defectos, pero ciudad entrañable.

Aprovechando la circunstancia de encontrarme ante los regidores municipales, me voy a tomar la libertad de elevarles la consideración y el ruego leal de que no permitan que languidezcan iniciativas de estimulación a la creatividad y al conocimiento del pasado y del presente de nuestra ciudad, que a pesar de las imperfecciones inherentes a ellas, dieron lugar a realidades que ya hoy constituyen un notable patrimonio cultural del cual todos nos beneficiamos. Sr Alcalde, señoras y señores concejales, reavivemos el ya prestigioso premio de investigación histórica de La Laguna “Elías Serra Rafols” que en años anteriores dio origen a las obras “La Laguna y la sericultura canaria” de Juan Régulo, “La Laguna, la vivienda tradicional y los problemas de organización del espacio urbano” de Adrián Alemán y “La tertulia de Nava” de Enrique Romeu. Reavivemos también aquellos premios de pintura “medalla de la ciudad de La Laguna” que con carácter regional y en sus modalidades de oro, plata y bronce fueron ganadas por eminentes artistas como Jesús Ortiz o María del Carmen del Toro entre otros. Estamos convencidos de que reavivando iniciativas anteriores y poniendo en marcha otras nuevas, coadyuvamos y estimulamos la creatividad, a la vez que ahondamos en el conocimiento de nuestra realidad.

Como contraprestación a la leal Ilamada anterior y con el consciente compromiso que contraigo con todas aquellas personas presentes y oyentes que escuchan estas
modestas palabras y que podrían pasar a adquirir el carácter de futuros denunciantes de incumplimiento. Quiero públicamente expresar mi decidida voluntad de cooperar desde el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife por normalizar todo un disperso material informativo de tipo histórico y centralizarlo en nuestra ciudad de La Laguna por razones claras de índole universitarias. Pienso y al igual que muchos que ya lo han manifestado en reiteradas ocasiones que para ahondar en el conocimiento de un pasado resulta inexcusable el disponer de  documentación que lo contenga Y en el caso de Canarias esa documentación se distribuye entre otros, en el archivo de Simancas, en el que como dato cabe resaltar que el historiador D. Antonio Rumeu de Armas preparando el libro “La Conquista de Tenerife” editado en 1978 por el aula de cultura del Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, encontró más de 150 documentos inéditos de nuestra historia; en el archivo de Indias de Sevilla en el que se encuentran todos los datos de la vinculación comercial con América, en el archivo de la Chancillería de Granada, en el archivo histórico nacional, en el de la Real Audiencia de Canarias de Las Palmas, en los archivos parroquiales, en el privado del Conde de la Vega Grande, en los de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País de Tenerife y de Las Palmas respectivamente o en el archivo -por llamarlo de alguna manera- radicado precisamente en este Excmo Ayuntamiento y a muy pocos metros de este salón de sesiones, en el que se conservan entre otros documentos básicos, los libros de actas y acuerdos del cabildo de la isla de Tenerife.

Parece lógico pues centralizar toda esa documentación lo cual pueda lograrse hoy en día, mediante la sencilla técnica del microfilmado. Esos microfilms que contendrían en su celuloide el patrimonio histórico de nuestro archipiélago se podrían conservar a disposición de los estudiosos, en alguna de las casas nobles de esta ciudad o en la ermita de San Miguel situada en la Plaza de los Adelantados, hoy en plena restauración por el Cabildo Insular de Tenerife y que fue sede de los primeros concejos de losn cabildos de la isla. ¡ Que mejor homenaje a nuestra ciudad y que inconmensurable servicio a la verdad historica!

En este punto y consciente de que alargo el contenido de este pregón, me tomo la libertad de adelanta! a mi pueblo, que dentro de muy pocas fechas vamos a iniciar desde el seno de la corporación insular, el proceso de análisis de una propuesta en el sentido antedicho y al objeto de reaccionalizar todo un contenido histórico disperso, actualmente expuesto a deterioro, robo, incendio o expoliación. Pensamos que nuestro pasado está ahí, que debemos facilitar a los investigadores un cómodo acceso a los documentos que lo contienen y que debemos evitar su tergiversación por carencia de una información que realmente si que tenemos. Soy consciente que la temática con la que estoy acabando la lectura de este pregón de las Fiestas del Cristo de La Laguna, sale del marco tradicional del mismo; sin embargo, si tenemos en cuenta que esta lectura esta teniendo lugar en el salón de sesiones del Excmo. Ayuntamiento de La Laguna, puede encontrárse una simbólica justificación, a la antedicha temática.

En efecto, en este salón de sesiones y a mi izquierda, se encuentra un pequeño y recoleto armario que encierra un documento histórico de incalificable valor; me refiero, a la real célula y privilegio de las armas de esta Ciudad que datado en la villa de Madrid el 3 de Marzo de 1510 fue rubricado por la reina D.ª Juana La Loca y con el que se le confiere a nuestra población el carácter de ciudad. Por todas esas razones parece pues realmente dificil encontrar un marco más solemne y por ello, dada la solera histórica de este salón, es por lo que nos ha parecido oportuno dar a conocer en este lugar, el inicio de un proceso que no va a ser fácil, de ordenación y de recolección seria de nuestro pasado histórico.

Y por último quisiera terminar manifestando con toda la sinceridad posible, que realmente estimo muy difícil pronunciar palabras nuevas sobre La Laguna. Este año me ha honrado la corporación municipal con mi designación como pregonero de las fiestas del Cristo. Quizás, en esta ocasión la corporación ha errado en esta designación y quizás yo no he logrado hacer el pregón que precisa una ciudad del estilo de la nuestra; sin embargo, y en mi descargo, he de manifestar que estimo poseer dos requisitos esenciales que ha de tener una voz para que se convierta en pregón y homenaje de una ciudad: que son la de haber vivido y la de haberla amado. Yo he vivido horas felices en La Laguna, mi infancia y juventud transcurrieron en el hoy Instituto Nacional de Bachillerato Canarias Cabrera Pinto y en la Universidad de San Fernando, disfruté de la vega lagunera, de las excursiones a la Mesa Mota y a la montaña de San Roque, de la festividad y fuga de San Diego, del cantar de los capirotes en el camino largo, de los baños en las piscinas de Bajamar y en la Punta del Hidalgo, y de la paz y tranquilidad de los aledaños del camino de la manzanilla en horas de ilusionadas lecturas juveniles. Como consecuencia de estas vivencias yo he amado y amo a La Laguna, por ello me duelen sus problemas y por ello siempre mi ánimo estará dispuesto y volcado hacia nuestra entrañable ciudad.