DIOS SE PONE CONTRA SÍ MISMO

En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical.

Benedicto XVI. Dios es Amor , n. 12 De nuevo, como cada año desde hace siglos, al llegar septiembre ––con alma, corazón y vida––celebramos en San Cristóbal de La Laguna las Fiestas del Santísimo Cristo. Una vez más se cumplen las palabras del propio Jesucristo: Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Decía esto para significar de qué muerte iba a morir (Jn. 12, 32-33). Sí, Cristo crucificado nos atrae a todos hacia Él. Sí, en la venerada imagen del Santísimo Cristo de La Laguna miramos a Cristo con su costado traspasado por la lanza y llenos de fe decimos: Te adoramos, ¡oh Cristo! y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo .

Desde que el pasado año, apenas cinco días después de mi Ordenación Episcopal, tuve el honor y el gozo de presidir y predicar tanto el Quinario como la Solemnidad del 14 de septiembre, han ocurrido muchas cosas ––alegres y tristes––en la Iglesia, en España y en todo el mundo. También nosotros, en La Laguna, hemos vivido momentos buenos y momentos tristes. Por citar lo más sobresaliente, en mi memoria está presente todos los días la desgracia del incendio del Obispado, pero también la cercanía, el apoyo y la solidaridad de tantísimas personas, instituciones y empresas, que nos llenan, de consuelo y esperanza.

También, en este último año, estamos asistiendo a un fenómeno que tiene que ver con Jesucristo y nuestra fe en Él. Se trata de un auténtico tsunami ideológico y económico, perfectamente orquestado y amplificado por los medios de comunicación. Me refiero a las publicaciones, documentales, películas, etc. que ponen en cuestión la autenticidad de los evangelios, para acabar negando que Jesucristo sea el Hijo único de Dios, nacido de la Virgen María por obra del Espíritu Santo . A libros de ficción como El código da  Vinci , o libros apócrifos como el Evangelio de Judas , se les da más credibilidad que a los evangelios. 

Abiertamente se considera ilusos a quienes creen en Jesucristo como el Señor y el Salvador del mundo. La Iglesia, es decir, todos los cristianos de la historia ––dos mil años de cristianismo––se engañan y engañan a los demás, cuando dicen y enseñan: Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios . Como hizo Judas entonces, Cristo sigue siendo vendido, ya no a los jefes del Sanedrín por treinta denarios sino a editores y libreros por miles de millones de denarios... Será muy difícil frenar esta ola especulativa y este filón de oro… Todo esto es un desafío que pone a prueba nuestra fe en Jesucristo. Sólo la gracia de Dios, junto con una auténtica formación cristiana, nos permitirá permanecer firmes en la fe.

Mientras aquí, en La Laguna, como en tantos otros lugares del mundo, celebramos que Cristo murió en la cruz por nosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados , millones de personas son inducidas por hábiles retocadores de antiguas leyendas a creer que Jesús de Nazaret nunca fue, en realidad, crucificado, y la continuación de la historia incluye su fuga con María Magdalena hacia la India… (o hacia Francia, según la versión más actualizada)… En los Estados Unidos hay un best seller del momento, una edición del Evangelio de Tomás , presentado como el evangelio que nos evita la crucifixión, hace innecesaria la resurrección y no nos obliga a creer en ningún Dios llamado Jesús.

Sin duda, está ocurriendo aquello que, hace dos mil años, ya decía San Pablo a su discípulo Timoteo: Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas (2 Tim 4, 3-4).

Más que la verdad, interesa la novedad y el sensacionalismo porque venden más. Pero nosotros no vamos a caer en esa trampa. Cristianos devotos del Santísimo Cristo, hombres de la Esclavitud del Cristo de La Laguna, hombres y mujeres de nuestra tierra, acojamos y transmitamos la fe que hemos recibido de nuestros mayores, que no se aparten nuestros oídos de la verdad , que nuestras mentes y corazones no se vuelvan a las fábulas . Escuchemos y hagamos nuestra la doctrina sana sobre Jesucristo que estos mismos días se nos expondrá en el Quinario, el día de la Fiesta y los siguientes de la Octava.

También, en medio de tanto artificio y sensacionalismo en torno a Jesucristo, este último año hemos recibido el regalo de la primera encíclica del Papa Benedicto XVI: Dios es amor. En ella nos dice que es precisamente en Cristo crucificado donde el amor de Dios a los hombres se hace más palpable, pues incluso se ha puesto contra sí mismo , ha ido contra sí mismo, para salvarnos del poder del mal y para dar nueva vida a los hombres. Ese ponerse Dios contra sí mismo,… es amor en su forma más radical. Por eso, afirma el Papa: Dios es amor. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir qué es el amor (n 12).

Tremendo, pero cierto: Amar es ir contra sí mismo. Para amar hay que ir contra uno mismo, contra el propio querer y sentir. Sólo perdiendo algo propio es como podemos amar, cuanto más perdemos más amamos, y si lo que perdemos es la vida, esa es la mayor prueba de amor. Esta es la verdad sobre el amor que contemplamos en Cristo crucificado. Como nos dice San Juan, en esto hemos conocido lo que es amor: en que Él dio su vida por nosotros (1 Jn. 3, 16). Siempre debemos tener muy claro que no hay verdadero amor sin renuncia; cuanto más auténtico sea el propio sacrificio, tanto más auténtico será el amor.

Todo lo que se diga sobre el amor que no incluya este ponerse contra sí mismo son fábulas o simulacros del amor que sólo sirven de coartada para ocultar el egoísmo y los intereses personales. Porque, como dice el mismo Jesucristo, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará (Lucas 9, 24). Y la vida se pierde por Cristo cuando la perdemos por los demás, pues todo lo que hacemos a los otros a Cristo se lo hacemos. El resultado, la salvación, una vida plena, la felicidad.

¿Quién será capaz de amar así? Nadie da lo que no tiene y, quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don (n. 7), nos dice el Papa en su encíclica. Estos días serán los de las grandes fiestas del Cristo si la participación en las celebraciones, en torno a la imagen del Santísimo Cristo de La Laguna, nos llevan a conocer y creer más en el amor que Dios nos tiene; si nos llevan a convertir un poco más nuestro corazón a Dios y a sus mandamientos, si ––a través del sacramento del perdón y de la eucaristía––bebemos con fe renovada de la fuente del amor que es Jesucristo, para que, según su promesa, nuestra vida sea un manantial de amor hacia los demás: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí. De su seno correrán ríos de agua viva (Jn. 7, 37-38).

† Bernardo Álvarez Afonso

OBISPO NIVARIENSE