Hoy que en esta vieja ciudad, primitiva célula social de los primeros pueblos del Tenerife español, te congregan los fieles, renovando la fervorosa piedad de sus abuelos, para rendir plegarias devotas y filiales, asistidas de la augusta representación de Majestades terrenas, a los pies de la Cruz de la cual pende el icono bendito que la piedad de Alonso de Lugo colocó y revérendó, prosternado, en el antiguo e histórico convento franciscano de San Miguel de lai Victorias, recinto venerable que, 13 años más tarde, habría de recoger los restos mortales del recio Conquistador, como guardaría posteriormente los de su nieto y no menos famoso Adelantado, don Alonso Luis, que en nuevos mundos había conquistado vastos territorios y fundado ciudades que perpetuaran nombres de Canarias, bueno será que, accediendo al amable ruego de nuestro querido amigo el ilustrado director de GACETA DE TENERIFE, recordemos a grandes rasgos y con toscas, como nuestras, pinceladas, lo que la tradición y la historia de consuno pregonan y sostienen sobre la Efigie veneranda, precioso relicario de la que fué provincia franciscana, que, hoy como ayer, confirma, desde los brazos amantes y redentores de su cruz, el triunfante Regnavit a Ligoo Deus ante las multitudes que desfilan en su torno adorantes y revérineiadoras (1).

Cuentan graves autores que el Conquistador acarició siempre la idea de dotar a esta ciudad de un Crucifijo de Nuestro Señor y que, encontrándose en Barcelona con varios amigos y deudos, trató de realizar su piadoso proyecto. En aquella sazón echó sus anclas en el puerto catalán una nave veneciana, trayendo a su bordo dos tallas de Crucificado destinadas a la venta, de lo que Lugo fué informado por su primo Juan Benitez (2), pero surgió de momento una dificultad que creiace insuperable, pues ninguno de aquellos conquistadores tenía numerario suficiente para la adquisición de uno de los Cristos, cuando de pronto se les presenta un generoso prestamiita que facilita, mediante el compromiso conveniente, la suma que se estimó bastante.

Hecha la entrega del dinero, Juan Benitez toma al azar y sin contar la, parte de la cantidad prestada, y sin pérdida de tiempo acude al puerto, donde tiene la fortuna de ajustar la imagen en el precio definitivo de 70 ducados, pero al ser entregados al maestre del barco, observa nuestro Benitez, con la natural admiración, que llevaba exactamente en su escarcela aquella cantidad, suma, por otra parte, que tampoco pudo ser reintegrada, con su resto, al recibo de fondos de Canarias, cuando se practicaron diligentes averiguaciones en busca del mercader prestamista, que nunca pudo ser hallado, ni nadie pudo dar la menor noticia de él.

Esta serie de singularidades, puestas más de relieve por la piedad sencilla y creyente de aquel siglo, persuadió al Adelantado que, en la adquisición de su venerado Cristo habia mediado el mismo Arcángel San Miguel, santo este de su especial devoción.

Transportada a esta ciudad la sacra Imagen, fué colocada en la capilla mayor del convento franciscano por los años de 1510, cuyo patronado se reservó para si Fernández de Lugo, destinándole para lugar de su enterramiento familiar.

Pronto la devoción del Cristo lagunero se propagó y extendió por Tenerife y las islas todas, lo mismo que la fama de sus milagros, que sancionó un auto del Provisor y Vicario General de la Diócesis de 3 de Agosto de 1609. No fué por ello extraño que el Cabildo secular de Tenerife, haciéndose fiel intérprete de los deseos del vecindario, declarase oficial su fiesta por ordenanza de 7 de Septiembre de 1607, como dice el malogrado y erudita escritor señor de Ossuna Van Den Heede en una de sus notables obras, en atención a ser cosa sabida la mucha y antigua devoción que en todas estas islas y en toda España, se tiene al Santísimo Cristo de esta ciudad, destinando para la misma 60 ducados anuales, y por otra, de 12 de Agosto de 1025, acordó el Cabildo, ante él Escribano Villarreal, que asistiera la Justicia y Regimiento en forma de ciudad a su principal festividad.

Ya antes, la santidad del Papa Sixto V había concedido, en 1587, a la capilla mayor del convento, los privilegios y exenciones de la Basílica de San Juan Letrán en Roma.

Por graves vicisitudes ha pasado la santa Imagen. En el diluvio del 24 de Enero de 1713, que inundó al convento y santuario, poniendo en peligro su existencia, casi no se puede salvar al Cristo que, por entonces, fué depositado provisionalmenfe en la casa palacio del conde del Valle Salazar y próximamente un siglo después, en 1810, un imponente y voraz incendio envuelve en sus siniestras llamas a la iglesia conventual, siendo salvado con grandes dificultades el devoto Cristo y las mejores pertenencias de su culto, gracias a los actos de heroísmo de muchos del vecindario que acudió a apagar el horroroso incendio, que en pocas horas destruyó lo que el esfuerzo y la voluntad de tantas generaciones fenecidas, allí habían acumulado como signo de su religiosidad y arte. (1).

Hoy aquel suelo ex-sagrado, en el que estaba impresa la huella respetable de tres centurias y en el que dormían el sueño eterno aquellos hombres de fuerte tesón, de hombría castellana, héroes ilustres de la conquista que echaron los primeros sillares de la naciente población lagunera, después de trazar, con sus pesadas tizonas, el signo de la redención, de que eran meros instrumentos, y en donde reposaron tantos que ciñeron el austero cordón franciscano para honra de la provincia de San Diego, y a cuyo confuro evangélico desapareció la barbarie guanche, llevando a sus fuertes y nobles hombres cultura, instrucción, fe y noble afirmación de su nativa dignidad, ese lugar, repetimos, camposanto de nuestros antepasados, fué profanado para convertirlo en una huerta que, de milagro, conserva, porque su dueño bien lo ha querido, la destartalada estela que señala el sitio que fué olvidado hipogeo del Conquistador y Fundador de esta noble ciudad ¡Asi pasan todas las glorias de este mundo!

ARMICHE.

La Laguna de Tenerife, viernes 14 Septiembre de 1923

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(1) Aunque la tradición agrega que esta escultura procedía de Oriente, no hay señales en ella de bizantinismo, Por su trasa, esbeltez, realismo sereno, relativa perfección anatómica, prescindiendo de sus extremidades inferiores, y otros detalles, parece pertenecer a la escuela cincuentista, primer periodo del Renacimiento, advirtiéndose en los plieges del lienzo o perizona alguna influenclia del goticismo. Bien pudiera ser, su talla, italiana, pues algo nos recuerda al Cristo de bronce de Donatello, en Padua. Las contraseñas que aparecen en su dorso, deben de ser marcas de cofradías de imagineros medievales. Su antigua diadema, (V, P. Quirós), fué sustituida en 1609 por la actual.

(2) Este Juan Benitez, antepasado de los García Llarena, antiguos Señores de la isla de Alegranza, fué Regidor y Alguacil mayor del Cabildo Tinerfeño, asi como diputado de la lsla en la Corte, falleciendo en la Orotava en 1560.

(I) Este convento fue fundado por el Adelantado (1509), siendo sus primeros habitantes Fr, Francisco Pérez, Guardián que fué; Fr. Joan Campusano, Fr. Juan de Soría, Fr. Juan de Villadiego y Fr. Gonzalo. Su Iglesia tenia varias capillas, entre ellas la del Evangelio de Nuestra Señora de los Angeles, fue fandación (1598) de Dª Gerónima Guerra Datustinlani; la de la Epistola, dedicada primero al Señor de la Columa, (1510), y luego (17?5), a Nuestra Señora de la Concepción, habia sido edificada por Pedro de Lugo. Fué conocida por la de los Gallinatos Correspondió el patronato de la primera capilla, a los marqueses de la villa de San Andrés y a los Lercaro Justiniani, y la segunda, a los de Acialcazary Torrehermosa.

Otros títulos y casas ejercieron otros patronatos, tales como los Marqueses de Celada en la de Nuestra Señora de Candelaria, por los Vergara Alzóla que allí estaban se pultados; los marqueses de Casahermosa en otra Capilla de San Francísco; los Pereiras y Castros, patronos del Cristo de Tacoronte, en la de San Antonio, que edificaron, y los Franchi, en la del Espíritu Santo.

El primer patronato general de la Orden de la provincia de San Diego, fué otorgado (1644) a don Lorenzo Benitez Pereira de Lugo, antepasado de los marqueses de la Florida, siendo adjudicado más tarde (1757) a don Juan de Franchi Benitez de Lugo, coronel de Milicias, y luego a los marqueses del Sauzal.

La actúal entrada de la iglesia del Santísimo Cristo corresponde exactamente a la de la antigua portería conventual,y la puerta cegada a la derecha antes de entrar, a una de las dos que tenia la dessparecida iglesia del convento, según una pintura de la época hecha por el prebendado don Antonio Pereyra de Pacheco y Ruiz, que se conserva en Güimar.