Santísimo Crisío de La Laguna, hace un año que, al amanecer el día de tu gran fiesta, saliste procesionalmente para despedir a nuestros artilleros de la Batería de Montaña que marcharon al Rif.

Las plegarias de miles de corazones que te rodeaban con amor filial, las lágrimas de tantas madres y tantas esposas y tantos familiares de nuestros soldados, lamentando la triste separación, que podía ser eterna, se dirigían a Ti, dulcísimo Señor Nuestro, pidiéndote amparo y protección para aquel puñado de jóvenes que, henchidos de fe y amor a la patria grande, a fin de pelear por su honra, abandonaban la patria chica. Tu infinita misericordia ha velado incesantemente por ellos y por Tí viven y han salido ilesos mil veces del fragor de las batallas y de las insidias de los rífenos.

Ellos, Señor, han dado gallardas pruebas de valor, de tenacidad, de sobriedad sin limites. Sus jefes peninsulares están asombrados de la bravura, de la escrupulosidad con que el soldado canario cumple la disciplina. Admiran la fidelidad y obediencia que han aprendido en tu escuela, Jesús mío, e instan ai ministro de la Guerra para que nuestras baterías no salgan de Marrruecos.

La ley da Reclutamiento dispone que en nuestro archipiélago se haga una recluta de un 20 por 100 más que en España y por esto nuestros campos van quedando yermos por falta de brazos, pues sirven en filas el 80 por 100. El privilegio que ellos gozan en estas islas es justa compensación; pero ante el peligro de la patria nadie se ha negado a defenderla.

Pasada la anormalidad, hallándose inactivas nuestras trepasen África, concédeles, Señor, la gracia de la repatriación. Ha sonado la suspirada hora. Ilumina a nuestras autoridades, a los políticos, a los proceres, Tú, por quien los reyes reinan y los poderosos decretan justicia, para que formen juntas a fin de que se acuda al Gobierno de la nación por todos los medios lícitos, pues los canarios no deben esperar turno; cumplida su misión han de reintegrarse a sus respectivas guarniciones, volver presto al seno de su hogar, venir a darte gracias, Dios mío, contritos y humillados, y cantaremos a tus sagradas plantas el Te Deum de nuestra gratitud, a Ti, cujus misericordiae non est numerus.

Amen,

Santiago BEYRO. Presbítero, catedrático del Seminario Diocesano; cura económo de la iglesia de San Francisco, en la capital santacrucera. Arcipreste, canónigo, arcediano y vicario capitular.

LA GACETA DE TENERIFE JUEVES, 14 DE SEPTIEMBRE DE 1922