El Ayuntamiento prohibió a los mendigos salir de la ciudad 

Los pobres recibían en el pasado sus limosnas en la plaza de San Francisco, según disponía el Ayuntamiento, que fue el encargado de alentar a los vecinos a colaborar con los necesitados.

Todos los viernes, de ocho a diez de la mañana, el inspector jefe de la guardia municipal procedía al reparto. Es de destacar que en fiestas señaladas, corno la del Cristo, se entregaba a los pobres bonos de pan y de carne.

Los mendigos naturales de la ciudad, al deambular por las calles o caminos, eran conducidos a sus casas por los policías, y los forasteros quedaban a disposición de la autoridad local.

El Ayuntamiento siempre dedicó máximos esfuerzos no sólo a impedir la entrada en La Laguna de los que pretendían ejercer la mendicidad, sino que también prohibió la salida de los pobres que vivían en la ciudad. La Justicia siempre castigó a todas las personas que obligaban a los niños a mendigar y no concedió nunca autorización para que los faltos de recursos imploraran la caridad. 

El alcalde invitaba, con frecuencia, a los ciudadanos y asociaciones filantrópicas a contribuir con donativos a un fondo especial, destinado a socorrer, mensualmente, a los pobres naturales de Aguere o a los que residían en el municipio. Las cantidades obtenidas se ingresaban en la caja de fondos municipales. 

Los donativos 

Para la distribución de los donativos, el alcalde constituía juntas de vecinos, presididas por los tenientes de alcalde de los distritos de la ciudad y por los alcaldes de barrio, que tenían por obligación la clasificación, colocación y socorro de los pobres.

Estas juntas acordaban la forma, el tiempo y las cuantías del reparto, que no podían hacer en la vía pública ni en locales determinados.

Las juntas estaban autorizadas para establecer, con los productos de los donativos que se les entregaba, una o varias cocinas económicas o comedores de caridad, poniéndose al efecto de acuerdo, entre sí todas las partes partidarias del proyecto.

Cuando los pobres acudían a un lugar determinado a recibir su limosna, luego debían dirigirse hacia sus casas, sin poder pararse en el camino para pedir limosna.

Cada año, el alcalde dictaba un bando, con inserción de los artículos referidos al buen gobierno de la mendicidad, recomendando al vecindario que se abstuviera de dar dinero en plena calle, ya que de lo contrario eran objeto de una multa.

En la actualidad, los pobres de La Laguna no sólo disponen de recursos por parte de los Servicios Sociales Municipales, sino, también, de Cáritas, San Vicente de Paúl, el Asilo de Ancianos, las Siervas de María y los Hermanos de Belén.