El 10 de abril de 1896, bajo la presidencia de Luis Díaz Luis, la junta de gobierno de la Esclavitud del Cristo vio el oficio que le había enviado el alcalde de La Laguna, rogándole que designara las personas que debían representarla en la junta organizadora de los festejos para conmemorar el cuarto centenario de Tenerife y La Palma. Por unanimidad se nombró a Angel Benítez de Lugo, como esclavo mayor, Julián Martín Mirabal y Juan Gil González.

La admisión de nuevos esclavos, con votación secreta utilizando bolas blancas y negras, abrió la junta del 28 de agosto. A continuación, y a propuesta del señor Nóbrega, Fermín Cedrés, Juan Oliva y Juan Gil fueron designados para ayudar en los arreglos y preparación de las fiestas del Cristo.

La reunión de la Esclavitud del 6 de octubre se centró, principalmente, en el cuarto centenario de las islas de Tenerife y La Palma, cuya comisión de festejos la integraron representaciones de las diferentes corporaciones, sociedades y clases laguneras. El programa se inició, el 28 de septiembre, con traslado a la Catedral de las imágenes del Cristo y San Miguel, que fueron colocadas en sus respectivos sitiales, muy cerca de la Virgen de los Remedios. El día 29 se celebró un Tedéum, oficiado de pontifical por  el obispo Nicolás Rey Redondo y predicación a cargo de Silverio Alonso del Castillo. Luego salieron en procesión las citadas imágenes con asistencia de las hermandades de La Laguna en unión de la Corporación del Ayuntamiento y el Pendón de la Conquista. La procesión terminó en la capilla del Cristo, desde donde la Virgen de los Remedios fue trasladada a la Catedral por el Cabildo catedralicio. La imagen de San Miguel regresó a su lugar de origen acompañada por el clero parroquial de su capilla. 

«El pueblo lagunero —hizo constar la Esclavitud—, para poder dejar completa la conmemoración de sus grandes acontecimientos y que tengan el éxito que se desea, no puede prescindir de la presencia de su patrono y protector el Santísimo Cristo de La Laguna».

En la junta del 18 de enero de 1898, el secretario de la Esclavitud leyó las cuentas rendidas por el mayordomo, tesorero y presidente de la Comisión de Fiestas. Según disponían las constituciones, se, acordó que las cuentas se expusiera  durante ocho días, en la sacristía de la capilla del Cristo. Cada esclavo podía examinarlas y revisarlas, formulando contra las mismas las reclamaciones que creyera conveniente.

El prebendado de la Catedral José Tarife y Tejera, por delegación de Luis Díaz, presidió la junta el 16 de octubre, en la que se expuso la entrega al mayordomo del donativo del comandante del ejército Francisco Pérez y Alfonso Martel, lagunero residente en Sevilla que dio cuatro candelabros de plata alemana para el trono del Cristo con cinco pernadas y fanales cada uno.

La junta nombró a Juan Gil González conservador de los enseres de las fiestas, advirtiéndole que sólo se podían prestar con permiso de la junta de la Esclavitud para evitar el deterioro.

Otro acuerdo adoptado fue el envío de un oficio a la madre abadesa del convento de Santa Clara, llamándole la atención porque a las alhajas y ornamentos que se hallaban bajo su custodia, les daban mayor uso que el autorizado, facilitándose algunas sin que la Esclavitud tuviera conocimiento de ello.

La junta concluyó con una solicitud al encargado del cajón para adquirir el báculo de plata alemana del esclavo maestro de ceremonias.

En la reunión del 29 de enero de 1899, la junta.de gobierno recibió la visita del mayordomo de fábrica de la parroquia del Sagrario quien, para la procesión del 2 d febrero, pidió las andas de la Virgen de la Concepción con destino a la imagen del Rosario, por encontrarse las de ésta estropeadas. Se accedió a la solicitud «en consideración a que la festividad de dicho día es una de las más principales, solemnes y de tradición que se celebran en dicha parroquia». El acuerdo se envió a la madre abadesa de Santa Clara para que pudieran retirar las andas.

Después de un tiempo de venta de retratos del Cristo a veinticinco céntimos, la Esclavitud, el 8 de noviembre de 1899, prohibió la costumbre a no ser que fuera por parte de la mayordomía, debiendo ser en la sacristía de la capilla del Cristo en vez del lugar donde se recogían las limosnas.

La junta se dirigió, a través de un oficio, al Ayuntamiento para que cediera a la Esclavitud los enseres que poseía propios para los festejos, ya que no sólo se utilizaban en la fiesta de San Miguel sino en la del Cristo.

El 21 de marzo de 1900, se trató el homenaje que se hizo el día anterior al Cristo y a su Madre la Santísima Virgen por acabar el siglo XIX. El clero de la Catedral y el parroquial, acompañados de las hermandades y cofradías, se dirigieron al santuario de San Francisco, con el fin de trasladar el Cristo al templo catedralicio, donde se celebró una función. En el momento de salir el Crucificado moreno, los esclavos se retiraron, lo que llamó mucho la atención. La Esclavitud tomó el acuerdo de convocar una junta general, «con el fin de poner en conocimiento del obispo las razones y circunstancias que mediaron para emplear tan desagradable proceder».

El secretario de la Esclavitud, en la junta del 31 de marzo, leyó una comunicación de Heliodoro Giralda como albacea testamentario del presbítero Mariano Zezque Gómez, beneficiado de la Catedral que falleció el 23 de febrero de 1900 dejando la siguiente voluntad: «En prueba de la especial devoción que ha tenido y tiene el Santísimo Cristo de La Laguna, que se venera en el exconvento de San Francisco de esta ciudad, quiere y es su voluntad que, por sus albaceas, que oportunadamente nombrara, se emplee la suma de dos mil pesetas para adquirir unas cuelgas que se destinen a cubrir la mesa en que se coloca la efigie cuando sale en procesión. Faculta al mayordomo que sea de dicha imagen para que, transcurrido un año sin que los albaceas hayan cumplido esta disposición, exija por los medios que el decreto autoriza». 

El 6 de abril de 1900, el señor Cambreleng, como encargado del cajón de cera y tesorero de la Esclavitud, informó a la junta de gobierno que había recibido, por conducto del señor Heliodo Giralda, el báculo de plata para el maestro de ceremonias

Había sido encargado a la Península, por mano del albacea Mariano Zesque, y costó cincuenta y ocho pesetas con ochenta y cinco céntimos.

El mayordomo de la Esclavitud recibió, el 8 de septiembre, del albacea Mariano Zesque cuatro cuelgas para el Cristo de tela de raso, con bordados  de oro en el centro atributo del Santísimo Sacramento y ramos en sus cuatro ángulos.

El mayordomo, tesorero y presidente de la Esclavitud presentaron, el 21de octubre la declaración dogmática, las siguientes cuentas:

Mayordomía: ingresos, 1.138,21 pesetas; gastos, 1.138,36 pesetas, y saldo, 0,15 pesetas.

Festejos: ingresos, 2.140,81 pesetas; gastos, 2.129,69 pesetas, y saldo, 11,12 pesetas.

Tesorería: ingresos, 545 pesetas; gastos, 544,77 pesetas, y saldo, 0,23 pesetas.

La junta acordó el 7 de diciembre de 1902 dirigirse al mayordomo saliente para que entregara los enseres utilizados en las últimas fiestas, entre los que figuraba un cuadro del Cristo donado por Ana Guerra y 843 pesetas de ganancias a favor de la Esclavitud. Fernau Díaz informó de los deseos testamentarios de Miguel Hernández Fernández, relativos a que, con los beneficios de la venta de una de sus fincas, se construyera un salón para la Esclavitud.

En la sesión del 21 de julio de 1903, bajo la presidencia del beneficiado de la Catedral Juan Evangelista Pérez, en representación de Eduardo Martín Rodríguez, se dispuso que se invirtieran las cinco pesetas que pagaban anualmente los esclavos en los gastos que ocasionaran en las próximas fiestas.

La permanencia constante de la frontalera de plata en el altar mayor del Cristo, fue lo más destacado de la reunión del 20 de marzo de 1904.

El 27 de marzo, la junta decidió adquirir dos bancos de terciopelo para la Esclavitud, y el 27 de noviembre dispuso el facilitar a la Concepción los enseres y alhajas que pidieran por oficio para el mayor ornato de la iglesia al celebrar las fiestas jubilares para conmemorar la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción en su quincuagésimo aniversario.

De los años de la mayordomía se entregó al presidente de la Comisión de Fiestas sesenta pesetas que faltaban para saldar los gastos de las fiestas del último año.

Una de las juntas más destacadas de la Esclavitud fue la del 27 de marzo de 1906. La presidió el obispo Nicolás Rey Redondo, quien recibió la petición del esclavo mayor, Carlos Hamilton y Monteverde, consistente en lograr la inscripción del Rey Alfonso XIII en la Esclavitud.

Los actos de honor del Monarca consistieron, en primer lugar, en blanquear el santuario del Cristo y limpiarlo. Como fue el único templo que visitó el Rey, se acordó pedir alhajas a las siguientes iglesias: e Cabildo Catedral: dos blandones de plata, doce candeleros y dos bateas.

Santo Lignum Crucis: pontificados terno blanco bordado en oro, dos frontales, colgadura de damasco y ocho sillones de terciopelo carmesí birdados en oro.

La Concepción: varas delpalio, dos angeles con vestiduras de plata, cinco lamparas, seis candeleros y dos forntales.

El sagrario: seis candeleros.

Convento de Santa Catalina: palio blanco con bordados de oro.

Con estos adornos y los de la Esclavitud, «presentaba el templo gran aspecto de gravedad y riqueza».

El trono del Rey se colocó al lado del Evangelio, bajo dosel de terciopelo de seda carmesí galonado de oro, con rico sillón y reclinatorio de lampaso encarnado.

Desde las barandillas de plata del arco del coro se extendieron dos filas de bancos de terciopelo, encabezados con tres sillones a ambos lados destinados a los ministros, autoridades y comitiva regia.

Aunque el público deseaba presenciar el acto, nadie se atrevió a entrar en el santuario del Cristo, «conducta que da ejemplo de la cultura de los hijos de esta histórica ciudad», según indican los documentos de la época.

Cuando Alfonso XIII y los infantes salieron a la plaza en el coche real, el pueblo, al ver que lucían sobre el pecho las medallas de la Esclavitud, prorrumpió en aclamaciones. A pesar de que la lluvia quiso poner a prueba la fe cristiana, los laguneros desfilaron detrás de la comitiva regia vitoreando sin cesar.

La medalla que la Esclavitud ofreció al Rey fue de oro, de colores, pendiente de un cordón de seda y oro con pasador en forma de corona real de oro y la siguiente inscripción: «A su Majestad el Rey don Alfonso XIII 1906».Las medallas de los infantes fueron de plata con cordones de seda roja. El texto del título que la Esclavitud entregó a Alfonso XIII es el siguiente: «Por cuanto Su Majestad católica el Rey Alfonso XIII, que felizmente rige los destinos de España, en su visita a esta ciudad, se designó oír la súplica de esta Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, inscribiéndose como Esclavo Mayor Perpetuo de la devota y prodigiosa imagen de Nuestro Señor Jesucristo, venerada en Tenerife desde los primeros tiempos de su conquista. Considerando la Corporación la mayor gloria que a Dios Nuestro Señor resulta, en este acto de viva fe y piedad cristiana de nuestro Soberano y el gran honor que a la misma le reporta, acordó expedir el presente título de Esclavo Mayor Perpetuo que reverentemente pone en las reales manos de Su Majestad, sellado con el de la Corporación y refrendado por los oficiales de la misma según estilo».

En el Libro de Visitas de la Esclavitud, el Rey escribió: «En el año de 1906 visité este Santuario del Santísimo Cristo de La Laguna y me constituí esclavo de Nuestro Señor Jesucristo en esta su devotísima imagen. Alfonso Rey de España».

Las medallas que recibieron el Monarca y los infantes María Teresa de Borbón y Baviera y Fernando de Baviera y Borbón las realizó el orfébre Rafael Fernández Trujillo. El pergamino del título de esclavo mayor fue un trabajo en oro, plata y colores confeccionado por una religiosa de la Asunción, que también hizo las viñetas e inscripción del Libro de Visitas que regaló Concepción Salazar Chirino, marquesa de Villanueva del Prado.